Dolores y gozos de San José

I. No sabiendo todavía el misterio de la Encarnación, piensa José separarse de su Esposa: ¡que amargura! Mas un Angel le revela que María ha concebido por obra del Espíritu Santo: ¡qué alegría! (Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.



II. Nace Jesús en suma pobreza: ¡qué dolor! Mas ¡qué alegría cuando lo ve adorado de los ángeles, pastores y reyes! (Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.


III. ¡Que tristeza al verlo derramando sangre en la Circuncisión! Mas ¡que contento al recordar las palabras del Ángel que se llamará Jesús y salvará a su Pueblo! (Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.



IV. Profetiza Simeón la terrible Pasión de Jesucristo: ¡qué espada de dolor! Mas le anuncia también sus frutos y su triunfante resurrección: ¡qué consuelo!(Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.



V. Avisado del Angel, huye precipitadamente de Egipto: ¡qué angustia! Mas libra a Jesús del furor de Herodes: ¡Que alegría! (Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.


VI. Recibiendo aviso de volver a Nazaret, teme a Arquelao, no menos que a su padre Herodes: ¡qué pena! Mas el Ángel le disipa toda inquietud: ¡qué gozo!(Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.



VII. Pierde a Jesús: ¡qué llanto!¡qué dolor! Mas lo encuentra en el templo: ¡gran alegría! (Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.


Oración Final

Castísimo José, honra de los Patriarcas, varón según el Corazón de Dios, cabeza de la Sagrada Familia, ejecutor de los inefables designios de la sabiduría y misericordia infinitas, padre nutricio de Jesús y esposo dichoso de María: ¡cuanto me regocijo de verte elevado a tan alta dignidad y adornado de las heróicas virtudes que requiere! Por aquellos dulces abrazos y suavísimos besos que diste al Niño Dios, te suplico me admitas desde ahora en el dichoso número de tus esclavos.

Protege a las vírgenes, oh tutor de la virginidad de María, y alcánzanos la gracia de conservar sin mancilla la pureza de cuerpo y de alma. Apiadate de los pobres y afligidos. Por aquella pobreza extrema, sudores y congojas que padeciste por sustentar y salvar al Salvador del Universo, danos el alimento corporal y haz que, llevando con paciencia los trabajos de esta vida, atesoremos riquezas infinitas para la eternidad. Sé el amparo de los casados, oh Patriarca dichoso, y haz que los padres sean imagen acabada de tus virtudes y perfectísimo ejemplo de piedad a sus hijos.

Protege a los sacerdotes y religiosos y haz que, imitando tu vida interior, llenen los cargos de su ministerio con la perfección con que cumpliste las obligaciones de tu estado. Llénanos de copiosas bendiciones, y en el trance de la muerte, cuando el infierno haga el último esfuerzo por perdernos, no nos desampares, poderoso abogado de los que están agonizando, y pues tuviste la dicha de morir en los brazos de Jesús y María, alcanzanos que expiremos penetrados de un vivo dolor de nuestros pecados y pronunciando con ferviente afecto los dulcícimos nombres de Jesús, María y José. Amén

Nichán Eduardo Guiridlian Guarino
nichaneguiridlian@gmail.com.ar

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