Triduo en Acción de Gracias a San José


Día primero:

Santísimo Esposo de María, que tan benignamente acogiste mis súplicas, eternamente sea bendecida tu bondad paternal que siempre escucha a quien llama y no deja a ninguno desilusionado. Acoge ahora mi grito de gratitud de la misma manera que escuchaste mi llanto en el día de la tribulación.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Día segundo:

Ilustre custodio del Verbo hecho carne por nosotros, te agradezco por los beneficios que me concediste. Bendito sea el momento en que me dirigí a ti y suspiré implorando tu socorro. Bendito seas eternamente, sublime jefe de la Sagrada Familia.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Día tercero:

Prodigioso San José, ¡qué hermoso llamarte así! Esto demuestra tu potencia junto a Jesús y a María. Yo que experimenté tu poder anunciaré que realmente eres el Padre piadoso y el Abogado eficaz en favor de los infelices.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Querido San José


Querido San José, Jesús tenía hambre y tú le diste de comer, Jesús tenía sed y tú le diste de beber; tenía frío y tu lo calentaste; Jesús no tenía techo y tu lo cobijaste.

Todos estos actos de amor los cumpliste con él durante treinta años, con el precio de tus sudores. ¿Qué te devolverá Jesús que tan generoso otorga el ciento por uno?

Nada te negará Jesús, bien amado José; te imploro que uses de todo tu poder en beneficio de esta pobre alma mía y haz que pueda obtener, por medio de tu intercesión, las gracias que necesito. Amén

Oración a San José (San Pio X)


San José, nos acercamos a ti con confianza a pedir tu protección. Reconocemos en ti a un poderoso intercesor ante Dios.
Te pedimos nos ayudes a nosotros, pecadores, a obtener del Señor toda la gracia y misericordia que necesitamos para trabajar celosamente por el Reino de Dios, y servir a nuestro prójimo en todas sus necesidades.
Te lo pedimos por Cristo, Nuestro Señor, Amén.

Jaculatorias a San José



San José: acude a nosotros en los momentos difíciles.

Concédenos, sagrado San José que siempre bajo tu protección, podamos pasar nuestras vidas sin pecado.

San José nuestro Padre y Señor, bendice a todos tus hijos de la Santa Iglesia de Dios.

San José, padre adoptivo de Señor Jesús y verdadero esposo de María siempre Virgen, ruega por nosotros.

Glorioso San José, alcánzame de Jesús y María, gran fe y plena confianza en la Divina Providencia.

San José, modelo y patrono de aquellos que aman al Sagrado Corazón de Jesús, ruega por nosotros.

San José, modelo de amor al Señor; bendice a tu pueblo y llévalo a Dios.

San José, esposo y padre elegido por Dios para conducir la Sagrada Familia de Nazareth, protege nuestras familias.

San José, Padre adoptivo de Jesucristo y verdadero Esposo de la Virgen María, ruega por nosotros y por los agonizantes de este día (noche).

Para pedir una buena muerte

Poderosísimo Patrón del linaje humano, amparo de pecadores, seguro refugio de las almas, eficaz auxilio de los afligidos, y agradable consuelo de los desamparados, José gloriosísimo, el último instante de mi vida ha de llegar sin remedio, y mi alma sin duda ha de agonizar terriblemente acongojada con la formidable representación de mi mala vida y de mis muchas culpas. El paso a la eternidad me ha de ser sumamente espantoso. El demonio, mi enemigo, me ha de combatir con todo el poder del infierno, a fin de que yo pierda eternamente a mi Dios. Mis fuerzas en lo natural han de ser nulas. No he de tener en lo humano quien me ayude. Desde ahora, para entonces te invoco, Padre mío. A tu patrocinio me acojo, asísteme en aquel trance para que yo no falte en la fe, en la esperanza, ni en la caridad. Cuando tú moriste, tu Hijo y mi Dios, tu Esposa y mi Señora, ahuyentaron los demonios, para que no se atreviesen a combatir tu espíritu. Por estos favores, y por los que en vida te hicieron, te pido que los ahuyentes tú a estos mis enemigos, y acabe yo la vida en paz amando a Jesús, María y a ti José mío. Amén.

Trigésimoprimera visita a San José


¡Oh glorioso Patriarca José! Grande fue vuestra misión en la Tierra, crueles las tribulaciones que llenaron de amargura vuestro corazón y terribles las pruebas a que os sometió el Señor durante vuestra vida santísima; pero no fue menos grande el heroísmo con que luchasteis hasta el fin, ni menos dulces los consuelos con que os regaló el Señor, ni menos gloriosa y magnifica la corona de vuestro triunfo. ¡ Qué muerte tan preciosa la vuestra! La Tierra os despide colmándoos de bendiciones, los Cielos os reciben con júbilo, los ángeles entonan en vuestra alabanza himnos de celestial armonía, Jesús y María os abrazan cariñosamente y el Padre Eterno os ciñe la diadema de la eternidad. Con razón dice la Sagrada Escritura que la muerte de los Santos es preciosa a los ojos del Señor.

Pedid, bendito Protector mío, pedid a Jesús que me conceda una muerte tan dichosa como la vuestra. Decidle que hable mi a mi corazón infundiéndole un amor ardiente, una pureza inquebrantable y una fe sin límites, para que, amándole sobre todas las cosas y confiándole sin vacilaciones en sus divinas promesas logre como como Vos una dichosa muerte, principio de una felicidad sin límites. ¡ Qué feliz sería yo si muriese, a imitación vuestra, entre los brazos de Jesús y de María!

¡Santo Protector, que merezca por vuestra intercesión una dichosa y santa muerte!

Tomado del libro "Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", de San Alfonso María de Ligorio.

Trigésima visita a San José

Gloriosísimo Patriarca José: Vos que tuvisteis la dicha singular de andar toda la vida por los caminos del Señor, y jamás os separasteis de ellos, recibiendo como recompensa la gracia de morir la muerte del justo entre las tiernas caricias de Jesús y de María, ¡oh, qué dicha tan sublime! alcanzadme la gracia de marchar siempre por el camino de los divinos mandamientos y de no separarme nunca de él, para que, así como a Vos os dijo el Señor, cuando quiso poner fin a vuestro destierro: "Levántate y vuelve a la tierra de Israel", también a mí me diga Jesucristo al fin de mi vida: "Levántate, bendito de mi Padre, y ven conmigo a tomar posesión del reino que te tengo preparado desde el principio del mundo". Haced que, así como Vos dejasteis sin pena la tierra maldita de Egipto, porque vuestro corazón no latía más que para Jesús y María, porque ellos constituían vuestro único tesoro, tampoco yo sienta abandonar este mundo, por tener puesto mi corazón en el Cielo, donde están Jesús y María, únicos objetos de mi amor. No me abandonéis hasta conseguir reunirme con ellos y con Vos.



¡Oh Santo amado! ¡Sed nuestro consuelo e inspiradnos obras dignas de merecer la gloria eterna!


Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.

Vigesimonovena visita a San José

Ya sé, bendito Patriarca José, que mi primer deber es conocer a Dios para servirlo con todas mis fuerzas y amarlo sobre todas las cosas, y conseguir, amándole y sirviéndole, el fin para que he sido creado, esto es, poseerle y gozarle eternamente; pero como hay muchos caminos para subir al Cielo, así como en éste hay muchas mansiones, ¿cuál es el que Dios quiere que yo siga, para tomarle y hacer en todo su divina voluntad? Vos, que merecisteis que el Señor, por medio de un ángel, os declarase sus altos designios, y los obedecisteis ciegamente, mereciendo con este acto de filial sumisión ser encumbrado sobre todas las criaturas, exceptuada solamente vuestra divina Esposa, alcanzadme la gracia de conocer claramente mi destino sobre la Tierra, para cumplirlo.

Hacedme conocer mi vocación, y una vez conocida, conseguidme las gracias necesarias para arrollar varonilmente todos los obstáculos que el Demonio me ponga por delante diciendo con el glorioso San Luis Gonzaga: "¿ Qué tiene que ver esto con la eternidad? ¿ Qué tiene que ver esto con mi vocación?" Proteged, piadoso Patriarca, a este vuestro humilde hijo que confía en Vos, y no consintáis que emprenda un falso camino que lo conduzca a la eterna perdición.

¡Felicísimo San José, hacedme reconocer mi vocación y la gracia de corresponder a ella!

Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.

Vigesimooctava visita a San José


Cuanto más os contemplo, glorioso Patriarca José, más os admiro y más motivos encuentro para alabar y bendecir a Dios, que premia a cada uno según sus méritos. ¡Con qué fidelidad respondéis al sublime destino que Dios os ha marcado, y con qué generosidad premia Dios vuestra fidelidad! Dios os hace Padre nutricio de su Hijo santísimo y Esposo de su bendita Madre, y como tal, Patriarca del pueblo cristiano y Patrón de su Iglesia Santa; y Vos correspondéis como siervo fiel y prudente, consagrándoos por completo al cumplimiento de tal alta misión sin reparar en sacrificios, mereciendo en recompensa la gloria eterna que gozáis en Cielo y las bendiciones y alabanzas que sin cesar os prodigan los hombres.

¡Cómo me confunde y avergüenza vuestra sublime conducta! Yo también he recibido de Dios una misión grandiosa: la de conservar pura y hermosa mi alma, para entregársela cuando me lo exija, sin mancha de pecado y digna de Él. Pero ¿cómo la desempeño? ¡Desgraciado! Olvidado enteramente de mi deber, sólo vivo para este cuerpo miserable que ha de ser pasto de los gusanos, y dejo mi alma a merced de su enemigo más cruel, que la degrada y envilece, convirtiéndolo de hija hermosa del Rey de los reyes en la esclava vil del peor de los tiranos. Hacedme, Protector mío, conocer mi sublime destino, para que siendo como Vos, un siervo fiel, merezca también, como Vos, oir aquellas consoladoras palabras del gran Padre de familias: "Levántate, siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor".

¡Oh pacientísimo José! Hacedme conocer la voluntad de Dios y que sea fiel a ella.

Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.

Vigesimoséptima visita a San José



A Vos acudo humildemente, piadosísimo José; a Vos acudo yo miserable pecador. No me desamparéis, antes bien acogedme bajo vuestra poderosa protección. Puesto que Dios, como dice Santa Teresa de Jesús, os nombró su ministro y tesorero universal para alivio y consuelo de todas las almas, sean cuales fueren sus necesidades, de Vos espero confiado el remedio de todas las mías, que son muchas y muy graves.

Acogedme y consoladme con la bondad y compasión con que el José de la Ley antigua acogió y consoló a sus desgraciados hermanos, hambrientos y desvalidos en tierra extraña. Yo también, como ellos, llevo sobre mi cabeza la maldición de mi Padre celestial, porque, como ellos, he vendido y entregado a la muerte a su Hijo muy amado Jesús, no por treinta monedas, sino por un mísero placer. Sed mi Padre y Protector, como aquél lo fue de sus desgraciados hermanos, y saciad el hambre cruel de gracia que me consume por haberme separado de mi Dios por el pecado.

Aliviad mis necesidades con los tesoros puestos en vuestras manos por el Rey de la Gloria, para que vuelva a su compañía esta su hija querida, mi alma, hecha esclava del Demonio por la culpa. Vos, sois consuelo de los pecadores, consolad a éste que se pone humildemente bajo vuestra protección.

¡Oh San José! Alumbradme en las tinieblas de este mundo, dirigid mis pasos y apartadme de la perdición.

Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.

Vigesimosexta visita a San José

Decía el Apóstol San Pablo, cuando empezó a conocer el tesoro de verdad, de gracia y de gloria que se encierra en Jesús, que no quería saber otra cosa que a Jesús, y a Jesús crucificado; y rogaba al Señor que se hiciese conocer a todos los cristianos, para que no amasen más que a Él y en Él sólo viviesen por la caridad, convencido de que conociendo a Jesús no amarían, como Él, más que a Jesús.

¡Oh bendito Patriarca José, y qué lejos estoy yo de abrigar los sublimes deseos del Apóstol, deseos comunes a todos los patriarcas y profetas, que no pensaban en otra cosa, exclamando: "Lloved, Cielos, al Justo, ábrase la Tierra y aparezca el Salvador". Y es que, aunque está muy cerca de mí y me llama cariñosamente y me brinda con su cariño, no lo veo, ni lo conozco, ni lo escucho, porque no lo amo. Despertad, piadoso Protector mío, en mi corazón un deseo vehementísimo de conocer a Jesús, para que venga a mi alma y la inunde de gracia, y despierte en ella un amor tan intenso que nunca pueda vivir sin Jesús. ¡ Qué dichoso sería yo si, como Vos, tuviera siempre a Jesús en mi compañía, y escuchara sus divinas inspiraciones y gozara de sus celestiales caricias! Haced que conozca a Jesús para que siempre ame a Jesús y nunca jamás me separe de Jesús.

Haced ¡oh bendito José! que mi alma se deleite en el amor de Dios y en el deseo de conocerlo.

Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.

Vigesimoquinta visita a San José



Dice San José de Calasanz que nada pidió a Dios por medio de la Santísima Virgen María, de quien era devotísimo, que no le fuera concedido; y Santa Teresa de Jesús, devotísima del Esposo castísimo de la Virgen, dice a su vez que nada le negó Jesús por intercesión del Patriarca San José, y ambos Santos fundadores aconsejan a sus hijos respectivos una devoción sin límites a María y a José, llegando en su piadosa confianza a considerar como predestinados a los devotos de José y de María, que no pueden consentir que se pierdan eternamente los que en ellos confían. ¡Oh bendito Patriarca José! ¿ Y yo que sé todo esto vivo olvidado de Vos y de María?¿Y dejo pasar el tiempo y espero la muerte, y con ella mi perdición eterna, sin volver mi corazón a Vos y a María, para que intercedáis por mí, consiguiendome el perdón de Jesús? No lo consintáis por más tiempo.

Haced que mi corazón se aficione a María y a Vos de tal suerte que sólo ame a Jesús como Vos y María. Así me haré digno de vuestro cariño y de vuestra poderosa protección, cuando por el pecado tenga la desgracia de ofender a vuestro Hijo Santísimo.

Concededme, piadosísimo José, la gracia de ser devoto de María y de Vos, y viviré seguro de que no me faltará vuestro valimiento, ni durante la vida, ni en la hora de la muerte.

¡Oh santo amado protegedme!¡Oh piadosa, oh dulce Virgen María, hacedme devoto de Vos y de vuestro castísimo Esposo!


Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.

Vigesimocuarta visita a San José



¡Bendito seáis! En Vos encuentro remedio eficaz para todos mis males, viéndoos practicar sin dificultad todas las virtudes y evitar valerosamente todos los escollos en que yo tan fácilmente tropiezo. bendito seáis, porque en cada acto de vuestra vida me dais un motivo para avergonzarme de mí mismo. Yo para todo lo bueno encuentro pretextos, que bien pronto convierto en obstáculos invencibles, mientras que encuentro disculpable y hasta lícito todo lo malo por no privarme del más pequeño gusto. Vos, por el contrario, siempre estáis dispuesto a practicar el bien y nunca jamás os vence el error ni os sorprende la duda.¿ En qué consiste esto?
¡Ay!¡Ya lo sé! es que Vos no tenéis más voluntad que la voluntad de Dios, con quien estáis por el amor enteramente identificado, y Dios no puede consentir que seáis víctima del error, ni aun de la duda. es que yo he divinizado mi voluntad declarándome su esclavo, y como es ciega, me precipito con ella en el abismo de todos los males. Detened, por piedad, mis pasos, mi gloriosísimo patrono, y salvadme, alcanzándome la gracia de renunciar por completo a mi voluntad, conformándome en absoluto con la de Dios, sin lo cual serán inútiles todos mis esfuerzos y segura mi perdición.

Permitid, amantísimo San José, que viva resignado en íntima amistad y conformidad con la voluntad de Dios.


Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.

Vigesimotercera visita a San José

Dice el Venerable Granada, y es doctrina común de los maestros de la vida espiritual, que no hay verdadera virtud sin la mortificación; y preguntando un santo anacoreta cómo había conseguido llegar a muy alta perfección , respondió: "Mortificando mi carne y no haciendo jamás mi voluntad."



¡Desgraciado de mí! ¿ Y pretendo yo, ser virtuoso y aún perfecto, sin mortificar mi carne, que es una bestia asquerosa que no anhela más que revolcarse en el lodo de la sensualidad, y sin contrariar en lo más mínimo mi voluntad, enteramente opuesta a la voluntad de Dios? Compadeseos de mí, bondadoso Patriarca San José, y alcanzadme de Jesús el espíritu de la mortificación, en el cual debo ser purificado como el oro en el fuego para hacerme digno de Él.



¡ Él obediente y mortificado hasta enclavar en la Cruz su voluntad y su carne santísima y yo tan voluntariado y tan amigo de los placeres!...¿ Y no me avergüenzo de llevar el nombre de cristiano, un nombre tan santo, que es en mí cruel sarcasmo? Por piedad, protector mío, no permitaís que me separe de Jesús, en cuya presencia estoy, sin que me conceda el espíritu de mortificación, indispensable para marchar sin tropiezos por el camino de la virtud, único que conduce a la perfección, a que aspiro llegar con vuestro poderoso patrocinio.



¡Oh pacientísimo San José! Haced germinar en mi corazón los sentimientos de la hermosa virtud de la mortificaciòn.



Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.