Vigesimooctava visita a San José


Cuanto más os contemplo, glorioso Patriarca José, más os admiro y más motivos encuentro para alabar y bendecir a Dios, que premia a cada uno según sus méritos. ¡Con qué fidelidad respondéis al sublime destino que Dios os ha marcado, y con qué generosidad premia Dios vuestra fidelidad! Dios os hace Padre nutricio de su Hijo santísimo y Esposo de su bendita Madre, y como tal, Patriarca del pueblo cristiano y Patrón de su Iglesia Santa; y Vos correspondéis como siervo fiel y prudente, consagrándoos por completo al cumplimiento de tal alta misión sin reparar en sacrificios, mereciendo en recompensa la gloria eterna que gozáis en Cielo y las bendiciones y alabanzas que sin cesar os prodigan los hombres.

¡Cómo me confunde y avergüenza vuestra sublime conducta! Yo también he recibido de Dios una misión grandiosa: la de conservar pura y hermosa mi alma, para entregársela cuando me lo exija, sin mancha de pecado y digna de Él. Pero ¿cómo la desempeño? ¡Desgraciado! Olvidado enteramente de mi deber, sólo vivo para este cuerpo miserable que ha de ser pasto de los gusanos, y dejo mi alma a merced de su enemigo más cruel, que la degrada y envilece, convirtiéndolo de hija hermosa del Rey de los reyes en la esclava vil del peor de los tiranos. Hacedme, Protector mío, conocer mi sublime destino, para que siendo como Vos, un siervo fiel, merezca también, como Vos, oir aquellas consoladoras palabras del gran Padre de familias: "Levántate, siervo bueno y fiel; entra en el gozo de tu Señor".

¡Oh pacientísimo José! Hacedme conocer la voluntad de Dios y que sea fiel a ella.

Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.

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