Oracion a San José por la Iglesia
Para pedir cualquier gracia
Oración cotidiana a San José
Por las almas del Purgatorio
Tú, que en tu vida terrena consolabas a los que sufrían, socorre, te suplico, a las almas que padecen en ese torrente de fuego.
Por ellas intercede ante Jesús y María, que nada niegan a tus eficaces ruegos.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Plegaria de agradecimiento
Letanías de San José
Señor, ten piedad de nosotros,
Cristo, ten piedad de nosotros
Señor, ten piedad de nosotros
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros
Dios Hijo redentor, ten piedad de nosotros
Dios espíritu Santo, ten piedad de nosotros
Santa María, ruega por nosotros ( se reza después de cada invocación)
San José, descendiente de David
Luz de los patriarcas
Esposo de la Madre de Dios
Casto Custodio de la Virgen
Padre nutricio del Hijo de Dios
Diligente defensor de Cristo
Jefe de la sagrada familia
José justísimo
José castísimo
José prudentísimo
José fortísimo
José fidelísimo
Espejo de paciencia
Amador de la pobreza
Modelo de los obreros
Gloria de la vida doméstica
Custodio e las vírgenes
Sostén de las familias
Consuelo de los miserables
Esperanza de los enfermos
Patrono de los moribundos
Terror de los demonios
Protector de la santa Iglesia
Perdónanos Señor
Cordero de Dios, que quietas los pecados del mundo
escúchanos Señor
Cordero de Dios, que quietas los pecados del mundo
Ten piedad de nosotros
R. Y el gobernador de todos sus dominios
Para pedir la Santa Pureza
Consagración a San José
Oración a San José (de San Francisco de Sales)
Tú, cuya protección se extiende a todas las necesidades y sabe tornar posibles las cosas más imposibles, dirige tu mirada de padre sobre los intereses de tus hijos.
Salve, San José
San José bendito
Dolores y gozos de San José
II. Nace Jesús en suma pobreza: ¡qué dolor! Mas ¡qué alegría cuando lo ve adorado de los ángeles, pastores y reyes! (Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.
IV. Profetiza Simeón la terrible Pasión de Jesucristo: ¡qué espada de dolor! Mas le anuncia también sus frutos y su triunfante resurrección: ¡qué consuelo!(Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.
V. Avisado del Angel, huye precipitadamente de Egipto: ¡qué angustia! Mas libra a Jesús del furor de Herodes: ¡Que alegría! (Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.
VI. Recibiendo aviso de volver a Nazaret, teme a Arquelao, no menos que a su padre Herodes: ¡qué pena! Mas el Ángel le disipa toda inquietud: ¡qué gozo!(Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.
VII. Pierde a Jesús: ¡qué llanto!¡qué dolor! Mas lo encuentra en el templo: ¡gran alegría! (Medita un momento) Padre nuestro, Ave María y Gloria.
Castísimo José, honra de los Patriarcas, varón según el Corazón de Dios, cabeza de la Sagrada Familia, ejecutor de los inefables designios de la sabiduría y misericordia infinitas, padre nutricio de Jesús y esposo dichoso de María: ¡cuanto me regocijo de verte elevado a tan alta dignidad y adornado de las heróicas virtudes que requiere! Por aquellos dulces abrazos y suavísimos besos que diste al Niño Dios, te suplico me admitas desde ahora en el dichoso número de tus esclavos.
Protege a las vírgenes, oh tutor de la virginidad de María, y alcánzanos la gracia de conservar sin mancilla la pureza de cuerpo y de alma. Apiadate de los pobres y afligidos. Por aquella pobreza extrema, sudores y congojas que padeciste por sustentar y salvar al Salvador del Universo, danos el alimento corporal y haz que, llevando con paciencia los trabajos de esta vida, atesoremos riquezas infinitas para la eternidad. Sé el amparo de los casados, oh Patriarca dichoso, y haz que los padres sean imagen acabada de tus virtudes y perfectísimo ejemplo de piedad a sus hijos.
Protege a los sacerdotes y religiosos y haz que, imitando tu vida interior, llenen los cargos de su ministerio con la perfección con que cumpliste las obligaciones de tu estado. Llénanos de copiosas bendiciones, y en el trance de la muerte, cuando el infierno haga el último esfuerzo por perdernos, no nos desampares, poderoso abogado de los que están agonizando, y pues tuviste la dicha de morir en los brazos de Jesús y María, alcanzanos que expiremos penetrados de un vivo dolor de nuestros pecados y pronunciando con ferviente afecto los dulcícimos nombres de Jesús, María y José. Amén
Nichán Eduardo Guiridlian Guarino
nichaneguiridlian@gmail.com.ar