Una de las causas, quizá la principal, de mis continuas caídas en el pecado es, glorioso Patriarca José, mi criminal indiferencia por todo lo que se refiere al servicio de Dios y a la salvación de mi alma, mi falta de asistencia al santo templo, mi escasa o ninguna devoción, cuyo remedio vengo a pedir hoy a mi Señor Jesucristo por vuestra poderoso mediación. No me neguéis esta gracia., Vos, que fuisteis modelo perfecto de devoción; Vos que os apresurasteis a correr al templo, en cumplimiento de la ley, a presentar y ofrecer al Eterno Padre el precio de la redención del mundo, el divino Jesús. ¡ Qué ejemplo tan elocuente de sumisa devoción! Pedid, os lo suplico humildemente, pedid al amantísimo Jesús que encienda en mi alma la llama de la devoción que consumía la vuestra, y que así como a Vos os declaró sus inefables misterios por medio del anciano Simeón y de la profetisa Ana, causándoos a la vez un dolor profundísimo por la pasión de Jesús y una alegría inefable por la redención del mundo, hiera mi corazón con el dolor de haberlo ofendido y con la alegre esperanza del perdón. Conseguidme la gracia de estar de día y de noche en el templo postrado a los pies de Jesús, llorando amargamente mi negra ingratitud y alabando y publicando su infinita misericordia.
¡Oh gloriosísimo San José! Infundid en mi corazón sentimientos de piedad y devoción.
Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.
Vigésimoprimera visita a San José
¡Qué verdad es, prudentísimo José, que el que ama el peligro perecerá en él y que un abismo conduce a otro abismo! Por no tener presentes estas divinas máximas y vivir confiado en mis propias fuerzas, como si el hombre pudiera por sí y sin el auxilio de la gracia elevarse desde el mundo de lo limitado al mundo de lo infinito, me he precipitado más de una vez en el abismo de la culpa; y en vez de levantarme escarmentado y corregido, me he hundido más y más en el lodo del vicio. ¡De qué diferente manera obrasteis Vos durante vuestra santa vida! Obediente a las inspiraciones de la gracia y desconfiando de las propias fuerzas, os alejasteis inmediatamente del peligro, sin reparar en sacrificios, trasladando desde Belén a Egipto el precioso Tesoro que se os había confiado, sin que os arredrasen los peligros del desierto, y sin reparar en que allí los encontraríais mayores quizá; y Dios, en recompensa, os libra de todos. Alcanzadme del divino Jesús la gracia de huir inmediatamente de los enemigos de mi alma, que quieren perderla para siempre, y en premio de mi fortaleza me concederá también el don de la perserverancia hasta la muerte, con lo que lograré salir del corrompido Egipto de este mundo, puro de toda mancha de pecado, para gozar con Él, con María y con Vos de las delicias eternas en el Cielo.
Gloriosísimo Patriarca, comunicadme vuestra prudencia y obetenedme el perdón de mis ofensas.
Gloriosísimo Patriarca, comunicadme vuestra prudencia y obetenedme el perdón de mis ofensas.
Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José¨ de San Alfonso María de Ligorio.
Vigésima visita a San José
Si quieres ser perfecto, me dice con la palabra y con el ejemplo mi Divino Maestro Jesús, despójate de cuanto posees y ven y sígueme por el camino de la pobreza voluntaria, de la pureza de corazón y del sacrificio de la propia voluntad. Consejo sublime, como dado y practicado por la Sabiduría Infinita, pero que yo no he seguido nunca, porque no he tenido valor para resistir a los ejemplos del mundo, a las tentaciones del Demonio y al imperio de mi propia voluntad. He aquí, glorioso Patriarca José, mi generoso protector, la causa de todas mis desgracias, cuyo remedio vengo a pedir hoy, porque quiero, como Vos, seguir a mi amado Jesús por el ùnico camino que conduce al Cielo. No me desampareís, antes bien, conseguidme del que todo lo dio por mí, hasta su preciosa vida, que de tal manera le ame a Él solo, que renuncie por completo a todo lo terreno, especialmente a mi propia voluntad, mi mayor enemigo; de manera que, no poseyendo nada en este mundo, adquiera el derecho al Reino de los Cielos, prometido en las Bienaventuranzas a los que todo lo desprecian por Dios. Hacedme comprender que todo lo posee el que tiene a Jesús, y que nada valen sin su gracia todos los tesoros del mundo; que debo ser pobre en la Tierra para ser rico en el Cielo.
Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José¨ de San Alfonso María de Ligorio.
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