Decimonovena visita a San José

Qué dichoso bendito Patriarca José, qué dichoso os contemplo, gozando en esta vida de las dulcísimas prendas de vuestro amor, Jesús y María, y enteramente desapegado de las pompas, vanidades y miserias del mundo, que lejos de satisfacer las aspiraciones del alma y los deseos del corazón, despiertan en ellos una sed cada vez más rabiosa! Qué paz tan hermosa la vuestra en compañía de Jesús y de María, término de toda aspiración y objeto de toda felicidad! Qué dicha, qué paz la vuestra!

En cambio, qué desgraciado soy yo! Engolfado en los negocios del mundo, que no puede dar una paz que no tiene; olvidado de mi Jesús, Príncipe de la paz, no gozo ni un sólo momento de la hermosa paz, hija del amor y fruto fecundo del Espíritu Santo, que convierte los hombre en ángeles y el mundo en paraíso. Haced, piadoso Protector mío, que odie todo lo terreno, y que sólo suspire por Jesús y por María, hasta conseguir que ellos sean el único objeto de mi pensamiento y de mis deseos; entonces la paz celestial que tanto anhelo reinará en mi alma, acompañada de todas las virtudes, que harán de ella su perpetua habitación y tornarán preciosa y aceptable a los ojos del Señor y digna de la eterna bienaventuranza, en que consiste la suprema felicidad.



Glorioso Patriarca, interceded para que mi alma se aparte del vicio y de la ostentación, y se encianda más vivamente en el amor de Dios.



Tomado del libro ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José¨ de San Alfonso María de Ligorio.

Decimooctava visita a San José

Vedme aquí, dulce patrono mío José; vedme aquí humildemente postrado a vuestros pies. Atento al mandato del Rey de los Cielos, mi Padre bondadoso, y de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, mi cariñosa Madre, que me dicen: ¨Ven a José y haz lo que él te mandare¨, vengo a ponerme bajo vuestro poderoso patrocinio y a que me deis el pan de la gracia que tanto necesito, porque los siete pecados capitales, con quienes he vivido, me han reducido a la miseria más lastimosa. En Vos confío, como Patrono universal que sois del pueblo cristiano y administrador fiel de los tesoros celestiales. Saciad bondadoso el hambre cruel de virtudes que me consume y no consistáis que desfallezca entre los asquerosos ídolos de los vicios que me rodean. Libradme del peligroso Egipto en que vivo esclavizado. Usad conmigo con prodigalidad del infinito tesoro de gracias que el rey de los cielos ha puesto en vuestras manos, y de los inagotables merecimientos de Nuestro Señor Jesucristo y de sus santos, para sacarme primero del estado lastimoso de miseria en que me encuentro por mi culpa, y para hacerme después digno por mis virtudes de las eternas recompensas. Orad por mí, bendito Patrono de la Iglesia, y no me abandonéis.

Oh Santo protector, hacedme fuerte ante las contrariedades de esta vida, y conducidme por la senda de la virtud para glorificar a mi Señor!

Tomado del libro ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José¨ de San Alfonso María de Ligorio


Nichán Eduardo Guiridlian Guarino

Decimoseptima visita a San José

Salve, fidelísimo José, salve! A Vos, que sois el siervo fiel y prudente constituído por Nuestro Señor sobre su fanilia para ser el custodio fiel del Tesoro por excelencia, su divino Hijo, el sostén, amparo y consuelo de la nueva Arca de la Alianza, su bendita Madre, y el ejecutor de sus misteriosos designios sobre la Tierra, a Vos me encomiendo. Al mismo tiempo que admiro vuestra sublime dignidad y os glorifico y alabo, porque de Vos se dijo en los Proverbios:¨El que es fiel guardián de su Señor será glorificado¨, me pongo enteramente en vuestras manos para que, como plenipotenciario de Dios, su tesorero universal, y fidelísimo administrador de las gracias celestiales, según Santa Teresa y el dulcísimo San Bernardo, me hagáis, aunque indigno, participante de las riquezas del Cielo. Ya sé que no lo merezco; pero con vuestra poderosa protección espero conseguirlo todo de mi Señor Jesucristo, que nada os puede negar. Alcanzadme para ello la gracia de ser, a imitación vuestra, un siervo fiel y sumiso a la voluntad de Dios, para que, guardando fielmente el sagrado tesoro de los divinos mandamientos, sea con Vos alabado y glorificado, por toda la eternidad, en compañía de Jesús y María en el Cielo.

Glorioso San José, ejemplar el más sublime de fidelidad, alcanzadme esta virtud para bien de mi alma.

Tomado del libro ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José, de San Alfonso María de Ligorio¨

Decimosexta visita a San José



Modelo perfectísimo de todas las virtudes, celosísimo José: a Vos, que durante toda la vida fuisteis víctima de vuestro celo por la honra y gloria de Dios, sufriendo por su amor terribles tribulaciones que llenaron de amargura vuestro dulcísimo corazón, especialmente durante aquellos tres eternos días que estuvisteis separado del amabilísimo Jesús, sin consuelo ni descanso hasta que le estrechasteis de nuevo contra vuestro atribulado corazón, a Vos recurro hoy humildemente. No me abandonéis, y conseguidme aquel santo celo, que no os permitía vivir un momento apartado del dulcísimo Jesús, sin el cual no hay dicha posible sobre la Tierra. No consintáis que me aparte un solo momento de su divina presencia. Y si alguna vez, por mi desgracia, me aparto de Él por el pecado, excita en mi alma tal sentimiento que no descanse un instante hasta hallarle nuevamente, decidido a no separarme más de Él aunque me cueste la vida, diciendo con la Esposa de los Cantares: ¨ Hablado he al que ama mi alma; tendréle y no le dejaré¨. Haced que lo ame tanto, tanto, que mi alma esté siempre pensando en Él, para alabarlo y bendecirlo y hacer su voluntad en todo, y mi cuerpo le esté siempre visitando y acompañando en el adorable Sacramento del altar, donde está humillado por mi amor, y llamándome cariñosamente para regalarme con sus divinas caricias.

¡Glorioso y sufrido San José, infundid en mi pobre corazón sentimientos de caridad y santo celo por la gloria de nuestro amado Jesús!

Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José.¨ de San Alfonso María de Ligorio.

Decimoquinta visita a San José


Humildísimo José: a Vos que sois el modelo perfecto del hombre laborioso y sufrido; a Vos, que supisteis elevaros por vuestra humilde laboriosidad desde el pobre taller del artesano a la dignidad de cortesano del Rey de reyes, a Vos acudo humildemente en demanda de la sufrida laboriosidad, de esa virtud obscura, pero sublime y amada de dios, que tanto se me resiste porque no sé, como Vos, tener mi corazón puesto en Jesús mientras cumplo con la ley del trabajo, a que todos estamos condenados y de la que el mismo Jesús no quiso exeptuarse. ¡Insensato! Cegado por un necio orgullo me olvido de que para Dios no hay jerarquías, y de que ante sus divinos ojos lo mismo valen las virtudes magníficas y esplendorosas de un rey, que las humildes y ocultas de un carpintero o de un sencillo labrador. Necio de mí, pierdo de vista que debo ganar el sustento con el sudor de mi rostro, y que en mi trabajo tengo mi corona y el medio más propio para expiar mis pecados, ofreciéndoselo humildemente a mi Dios. ¡Ay! ¡Cuántos años he perdido para el Cielo por no haber sabido santificar mi trabajo! Alcanzadme, poderosísimo José, la virtud de la laboriosidad, y enseñadme a elevar mi corazón a Dios, ofreciéndole todas mis obras, para que mis penas y amrguras se endulcen con la esperanza de recibir la reconpensa en el Cielo.

Esposo cultísimo de María, ejemplo de sencillez y de amor al trabajo, haced que en mi corazón germinen los mismos sentimientos.


Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José¨, de San Alfonso María de Ligorio.

Decimocuarta visita a San José


¨El que me ama, dice Jesús, observa mis mandamientos¨. Esto me enseña que la virtud de la obediencia es hija del amor, y que por lo mismo que debo a Dios amor sobre todas las cosas, le debo también obediencia en todas las cosas. Así lo comprendisteis Vosa, obedientísimo José, y por eso le amasteis con toda vuestra alma y renunciasteis enteramente a vuestra voluntad, para hacer en todo la de Dios, siguiendo el ejemplo de Jesús, que se entrega a la muerte en aras del amor, y de María, que se sacrifica en el altar de la obediencia, exclamando: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Alcanzadme, piadoso Protector, la gracia de amar a Dios sobre todas las cosas, para obedecerle también en todas las cosas. ¡Oh!¡Qué hermosa es la obediencia! Jesús recibe por ella un nombre sobre todo nombre; María la sublime dignidad de Madre de Dios y corredentora del mundo, y Vos la de Padre de Jesús y Esposo de María. Por eso vuestro devoto José de Clasanz sacrifica en aras del amor y de la obediencia su larga y fecunda vida, y me anima a seguir sus pasos diciéndome: ¨Nada has dado a Dios si no le has dado todo tu corazón¨. Yo quiero, glorioso Patriarca, entregar a Jesús todo mi corazón. Conseguidme la gracia de amarle sobre todas las cosas, para obedecerle también en todas las cosas.


¡Bendito San José, modelo sublime de obediencia, alcanzadme esta virtud, que sea el verdadero contento de mi alma y paz y ventura en mi familia!


Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José¨ de San Alfonso María de Ligorio.