Decimonovena visita a San José

Qué dichoso bendito Patriarca José, qué dichoso os contemplo, gozando en esta vida de las dulcísimas prendas de vuestro amor, Jesús y María, y enteramente desapegado de las pompas, vanidades y miserias del mundo, que lejos de satisfacer las aspiraciones del alma y los deseos del corazón, despiertan en ellos una sed cada vez más rabiosa! Qué paz tan hermosa la vuestra en compañía de Jesús y de María, término de toda aspiración y objeto de toda felicidad! Qué dicha, qué paz la vuestra!

En cambio, qué desgraciado soy yo! Engolfado en los negocios del mundo, que no puede dar una paz que no tiene; olvidado de mi Jesús, Príncipe de la paz, no gozo ni un sólo momento de la hermosa paz, hija del amor y fruto fecundo del Espíritu Santo, que convierte los hombre en ángeles y el mundo en paraíso. Haced, piadoso Protector mío, que odie todo lo terreno, y que sólo suspire por Jesús y por María, hasta conseguir que ellos sean el único objeto de mi pensamiento y de mis deseos; entonces la paz celestial que tanto anhelo reinará en mi alma, acompañada de todas las virtudes, que harán de ella su perpetua habitación y tornarán preciosa y aceptable a los ojos del Señor y digna de la eterna bienaventuranza, en que consiste la suprema felicidad.



Glorioso Patriarca, interceded para que mi alma se aparte del vicio y de la ostentación, y se encianda más vivamente en el amor de Dios.



Tomado del libro ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José¨ de San Alfonso María de Ligorio.

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