Vigesimoséptima visita a San José
A Vos acudo humildemente, piadosísimo José; a Vos acudo yo miserable pecador. No me desamparéis, antes bien acogedme bajo vuestra poderosa protección. Puesto que Dios, como dice Santa Teresa de Jesús, os nombró su ministro y tesorero universal para alivio y consuelo de todas las almas, sean cuales fueren sus necesidades, de Vos espero confiado el remedio de todas las mías, que son muchas y muy graves.
Acogedme y consoladme con la bondad y compasión con que el José de la Ley antigua acogió y consoló a sus desgraciados hermanos, hambrientos y desvalidos en tierra extraña. Yo también, como ellos, llevo sobre mi cabeza la maldición de mi Padre celestial, porque, como ellos, he vendido y entregado a la muerte a su Hijo muy amado Jesús, no por treinta monedas, sino por un mísero placer. Sed mi Padre y Protector, como aquél lo fue de sus desgraciados hermanos, y saciad el hambre cruel de gracia que me consume por haberme separado de mi Dios por el pecado.
Aliviad mis necesidades con los tesoros puestos en vuestras manos por el Rey de la Gloria, para que vuelva a su compañía esta su hija querida, mi alma, hecha esclava del Demonio por la culpa. Vos, sois consuelo de los pecadores, consolad a éste que se pone humildemente bajo vuestra protección.
¡Oh San José! Alumbradme en las tinieblas de este mundo, dirigid mis pasos y apartadme de la perdición.
Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.
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