Decía el Apóstol San Pablo, cuando empezó a conocer el tesoro de verdad, de gracia y de gloria que se encierra en Jesús, que no quería saber otra cosa que a Jesús, y a Jesús crucificado; y rogaba al Señor que se hiciese conocer a todos los cristianos, para que no amasen más que a Él y en Él sólo viviesen por la caridad, convencido de que conociendo a Jesús no amarían, como Él, más que a Jesús.
¡Oh bendito Patriarca José, y qué lejos estoy yo de abrigar los sublimes deseos del Apóstol, deseos comunes a todos los patriarcas y profetas, que no pensaban en otra cosa, exclamando: "Lloved, Cielos, al Justo, ábrase la Tierra y aparezca el Salvador". Y es que, aunque está muy cerca de mí y me llama cariñosamente y me brinda con su cariño, no lo veo, ni lo conozco, ni lo escucho, porque no lo amo. Despertad, piadoso Protector mío, en mi corazón un deseo vehementísimo de conocer a Jesús, para que venga a mi alma y la inunde de gracia, y despierte en ella un amor tan intenso que nunca pueda vivir sin Jesús. ¡ Qué dichoso sería yo si, como Vos, tuviera siempre a Jesús en mi compañía, y escuchara sus divinas inspiraciones y gozara de sus celestiales caricias! Haced que conozca a Jesús para que siempre ame a Jesús y nunca jamás me separe de Jesús.
Haced ¡oh bendito José! que mi alma se deleite en el amor de Dios y en el deseo de conocerlo.
Tomado del libro: ¨Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", San Alfonso María de Ligorio.
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