Trigésimoprimera visita a San José


¡Oh glorioso Patriarca José! Grande fue vuestra misión en la Tierra, crueles las tribulaciones que llenaron de amargura vuestro corazón y terribles las pruebas a que os sometió el Señor durante vuestra vida santísima; pero no fue menos grande el heroísmo con que luchasteis hasta el fin, ni menos dulces los consuelos con que os regaló el Señor, ni menos gloriosa y magnifica la corona de vuestro triunfo. ¡ Qué muerte tan preciosa la vuestra! La Tierra os despide colmándoos de bendiciones, los Cielos os reciben con júbilo, los ángeles entonan en vuestra alabanza himnos de celestial armonía, Jesús y María os abrazan cariñosamente y el Padre Eterno os ciñe la diadema de la eternidad. Con razón dice la Sagrada Escritura que la muerte de los Santos es preciosa a los ojos del Señor.

Pedid, bendito Protector mío, pedid a Jesús que me conceda una muerte tan dichosa como la vuestra. Decidle que hable mi a mi corazón infundiéndole un amor ardiente, una pureza inquebrantable y una fe sin límites, para que, amándole sobre todas las cosas y confiándole sin vacilaciones en sus divinas promesas logre como como Vos una dichosa muerte, principio de una felicidad sin límites. ¡ Qué feliz sería yo si muriese, a imitación vuestra, entre los brazos de Jesús y de María!

¡Santo Protector, que merezca por vuestra intercesión una dichosa y santa muerte!

Tomado del libro "Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José", de San Alfonso María de Ligorio.

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