Duodecima visita a San José
¡Oh bienaventurado Patriarca San José! En Vos, después de Jesús y María, pongo toda mi confianza. Acudid bondadoso en mi auxilio y alcanzadme docilidad de corazón, sin la cual me esforzaré en vano para resistir a los enemigos de mi alma. Esclavo de mi propia voluntad, me rebelo contra la voluntad del Señor. Dócil a mis propios deseos y apetitos, me resisto neciamente a las inspiraciones del Cielo, que me llaman al cumplimiento del deber. Lejos de tener aquella docilidad de corazón que tanto resplandece en Vos y que os elevó sobre todos los hombres; lejos de ponerme, como Samuel en manos del Señor, y decirle "Hablad, Señor, que vuestro siervo escucha; mandad y seréis prontamente obedecido", cierro insensato mis oídos a la voz de Dios y a las inspiraciones de la gracia, desobedeciendo a la ley divina y a las insinuaciones de mi propia conciencia, para seguir ciegamente las máximas del Demonio, las vanidades del mundo y los movimientos de la carne, que, como a simple mariposa, me arrastran hacia las llamas del Infierno.
Compadeceos de mi flaqueza, y no me abandonéis a mis crueles enemigos. Pedid al bondadoso Jesús que me dé un corazón dócil y obediente; un corazón semejante al suyo, para que , siguiendo fielmente las inspiraciones de la gracia y triunfando de mi criminal obstinación, me haga, como Vos, digno de Dios y de sus eternas recompensas.
En Vos tengo puesta toda mi confianza, gloriosísimo San José, mi complacencia y confianza.
San Alfonso María de Ligorio, "Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José"
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