Octava visita a San José


Si quieres ser santo, sé humilde; si quieres ser más santo, sé más humilde, y si quieres ser muy santo, sé muy humilde, dice San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pias; es decir, que la santidad es proporcionada a la humildad. Según esto, ¿cuán profunda sería vuestra humildad, Esposo castísimo de la Madre de Dios, para merecer el nombre de justo o Santo por excelencia, y para merecer ser destinado por la Divina Providencia para Padre nutricio del Dios de a humildad, del Dios nacido en un mísero establo, del Dios que murió en un patíbulo afrentoso? Si Dios da las gracias en proporción del estado y empleo del agraciado, como dice Santo Tomás de Aquino, vuestra humildad debió ser casi infinita.
Sólo así comprendo al hombre más grande a los ojos de Dios, ejerciendo resignado el humilde oficio de carpintero. ¡Qué hermosa, qué sublime es la humildad! Y sin embargo, ¡necio de mí! soy esclavo de la soberbia y le rindo un culto infame, y huyo de la humildad y la detesto. Infundid, humildísimo José, infundid en mi alma el espíritu de la hermosa virtud de la humildad, que tan grande os hizo parecer ante los ojos del Señor, para fundar sobre ella el edificio de mi perfección, y tengan en mí cumplimiento las palabras de Jesús: "El que se humilla será ensalzado."
Santo Patriarca, alcanzadme un perfecto conocimiento de mí mismo y formadme para Dios, puro casto y humilde de corazón.
San Alfonso María de Ligorio, "Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José."

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