Siervo felicísimo del gran Padre de familia, glorioso Patriarca San José: también a Vos, que sois el justo escogido entre todos los justos, para ser durante muchos años el depositario de la fuente de toda riqueza, como custodio del Redentor del mundo y Esposo purísimo de su Madre inmaculada, también a Vos acudo humildemente. Abrid a mi alma, debilitada por los vicios, los tesoros de la gracia con la misma generosidad que el prudente José de la ley antigua abrió los graneros del gran rey Faraón a los hambrientos egipcios.
Sed mi padre, mi protector y mi guía hasta que logre mi eterna salvación. Vos que habéis tenido la dicha singular de vivir y conversar con Jesús y María, de morir entre sus brazos, y gozáis con ellos las delicias del Cielo, enseñadme, dulcísimo protector mío, a ser manso y humilde de corazón como ellos, y como ellos y como Vos, modelo de todas las virtudes, y a no tener más voluntad que la voluntad de Dios, para que, no amando en este mundo más que a Él solo, pueda, después de una dichosa muerte, gozar con Jesús y con María y con Vos de las delicias inefables de la Gloria.
¡Oh glorioso San José, haced que sea constante en el bien, corregid mis faltas y alcanzadme el perdón de mis pecados!
San Alfonso María de Ligorio, "Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José."
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