Bondadoso Patriarca San José: a vos que merecisteis que el Eterno Padre os revelara antes que a otro el misterio inefable de la Encarnación, haciendoos depositario de la prenda de la Redención, como premio de vuestra admirable prudencia para con María después de su milagrosa concepción, a Vos me encomiendo, confuso y avergonzado de mi criminal ligereza en formar juicios temerarios contra mis prójimos. ¡Qué admirable os contemplo desechando heróicamente la duda cruel depositada por Satanás en vuestro corazón, y dejando a la sabiduría de Dios resolverla por medio de un arcángel que os colma de inefables consuelos, y cuán pobre me encuentro comparado con Vos!
¡Qué lección tan hermosa para mí, que lejos de cubrir con el velo de la caridad los defectos de mis hermanos, los entrego sin compasión a la pública maledicencia, que lejos de excusar las faltas verdaderas, hago pasar por tales las que quizá no existen más que en mi refinada malicia!
Alcánzadme, os lo suplico, aquella admirable prudencia que presidió todos vuestros actos y que tanto os elevó a los ojos del Señor y tanto admira a los hombres, para que, imitandoos en la práctica de tan sublime virtud, merezca en recompensa gozar con Vos en el Cielo de la compañía de Jesús y de María, después de haber sido objeto de sus misericordias en la Tierra.
Amantísimo José, alentad nuestro espíritu, formadnos para Dios caritativos y prudentes.
San Alfonso María de Ligorio, "Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José".
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