Salve varón de virtudes, dechado de perfección y de santidad, gloriosísimo José, salve. El santo Evangelio os llama justo, y la Iglesia os califica de santísimo, calificativo que no aplica a ninguno de los Santos, dando a entender que a todos sobrepujaís en santidad, haciendo vuestro elogio con una sola palabra que significa el conjunto y suma de todas las perfecciones. Dichoso Vos, que tal distinción habéis merecido, y por quien especialmente dijo Jesucristo: Bienaventurados los que han hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos. Dichoso Vos, que por vuestra pureza de costumbres y perfección de vida convertisteis este penoso destierro en paraíso de delicias, viviendo en compañía de Jesús y María como si estuvierais en el Cielo.
Haced, piadoso protector mío, que a imitación vuestra, mi corazón se desprenda de todo lo terreno, y solo suspire por la justicia, para que, marchando siempre de virtud en virtud, consiga llegar al hermoso estado de la inocencia, que por desgracia perdí, y a la pureza de corazón, que convierten la Tierra en el Cielo y los hombres en ángeles. Conseguidme esta gracia del divino Jesús, que todo lo puede y nada os niega.
Esposo castísimo de María, ejemplo de toda santidad, haced que en mi corazón germinen los sentimientos de toda virtud.
San Alfonso María de Ligorio, "Visitas al Santísimo Sacramento, María Santísima y San José."
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